Se trata
de una historia ambientada en una aldea perdida de China a finales del siglo
XIX en la que la supervivencia es el arma de cada día.
La señora
Wang personaje entrañable, curtido en mil batallas y conocedora de la cara más
amarga de la vida, va a tener un nieto o nieta, pero su hijo Yin, un
maleducado, pretencioso y malvado está más que dispuesto a si es una niña,
matarla o abandonarla, ya que en la cultura china en algunas zonas tener una
hija es una desgracia. La señora Wang no esta dispuesta a permitirlo y ha
urdido un plan.
La
historia es corta, pero dura, nos muestra unas creencias y situaciones basadas
en las supersticiones más ancestrales y lo injusto y difícil que es para la
mujer el simple hecho de nacer. Los personajes con sus acciones se ganan el
odio y la empatía del lector, pero no profundiza demasiado en ellos, en el
porqué de sus acciones, dedicándose solo a aportar unas pinceladas, dejando
cabos sueltos al final.
La señora
Wang es la auténtica superviviente de la novela, es el alma de la historia y es
la única con la que el autor se ha esforzado más. Tao es otro personaje por el que
he sentido mucha ternura, pero que
sentía que en la historia estaba como a medias, y es una pena, de habar
alargado y explicado un poco más todo lo que rodea a cada uno de ellos, la
trama habría sido muy buena, puesto que tenía materia prima para crear una
buena historia.
Para mí
se ha quedado a medias.
Nos
leemos
Marian
Rivas
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