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Portada de la novela |
Dar mi opinión sobre esta novela
se me antoja una tarea difícil y es que ha despertado en mí sensaciones
contradictorias. No ha sido hasta bien avanzada la trama, más o menos cuando
llegué a la página 115, que quedé atrapada por su lectura, por el influjo de
Alice, su protagonista y por Teresa, la otro mujer que años después se ve
arrastrada por la primera hacia la ciudad de las luces.
A partir de aquí esta obra dejo de
ser una historia más, para convertirse en un delicioso paseo por el París de
los años 20, una época de lujo, desenfreno, bailes y champan que fue toda una
revolución a nivel artístico. Llegué a envidiar a Alice por codearse con
personajes reales que marcaron una época y que aún hoy siguen influyendo y
creando tendencia, como la gran Coco Chanel, cuyo legado en la moda perdurará
para siempre.
Ha sido maravilloso para mí
acompañar a este personaje en su batalla personal por romper con su vida
anterior, por olvidar de donde venía, aunque a veces su comportamiento errático
y egoísta me enfadaba y descolocaba. Nunca olvidaré la escena en la que sale de
una fiesta y se encuentra con alguien que forma parte de su pasado y ella finge
no ver.
Alice es fuerte, posee ganas de
comerse el mundo, de entregar su alma al amor y busca el éxito desesperada, desnudando
su cuerpo y alma en el camino. Vivirá luces y sombras y al final de ese recorrido
recogerá lo sembrado pagando un precio.
La otra protagonista es Teresa,
una joven con una fuerte conexión con Alice gracias a un cartel que compra a un
anticuario que había sido de su propiedad. A partir de aquí su vida da un
vuelco: el amor, las ansias de volar del nido de su tía, su sed de vivir y la
sensación de que algo más la espera fuera de su hogar, la llevarán a Paris a
perseguir su sueño.
Si París siempre es una buena
idea, conocerlo de la mano de la fluida pluma del periodista Máxim Huerta lo es
aún más. Varios de los escenarios en los que transcurre la historia son reales,
y me han animado a volver a la ciudad del amor para visitarlos, ya que me he
quedado con ganas de más, sobre todo tras leer su final, evocador y poético,
digno broche de oro para una novela que habla del sentido de los sueños.
¡Nos
leemos!
Marian
Rivas